Un segundo diario ha ocupado mis días y me tiene absorvida, siento la tardanza en actualizar el blog... Por alguna extraña razón, aquí los centros del paro son centros de empleo y me mandan deberes: Debo rellenar semanalmente una cartilla en la que especifico qué hago cada día para buscar trabajo y reunirme con ellos para que me echen la bronca o me den una palmadita en la espalda; nunca me gustaron las broncas, así que estoy traduciendo mi portfolio, retocando el cv, intentando estar más activa en linkedIn y registrándome en páginas de empleo a cascoporro. La semana que viene probablemente ya me exijan que aplique por e-mail y por teléfono... Todo sea porque pueda posponer el buscar trabajo de camarera, como alternativa a planner digital.
El tema banco sigue estancado. En HSBC me quieren vender la cuenta Passport, que cuesta 96 libras al año. La clásica es sólo para la gente con trabajo que puede probar su domicilio en UK durante los tres últimos años (dicen). Como yo en realidad fui a pedir la básica (que es gratis), me vinieron a decir que para eso tenía que ser pobre. Volví con mi cartilla inglesa del INEM para demostrar que era pobre y solicité abrir una cuenta básica, a lo que una señorita me preguntó que por qué querría yo hacer tal cosa (¿?!). Le enseñé mis papeles de pobre y le expliqué la historia; al momento, volvió con un sobre y me contó que cuando recibiera la carta de que me iban a pagar los servicios sociales, lo mandara por correo, pero que no debía ir a la oficina a abrir la cuenta en ningún caso. En Halifax son más majos y no se enfadan porque quieras abrir una cuenta, pero también hay que hacerlo por correo y tarda más de una semana. Nos queda probar en Lloids... El Santander no es una opción. Y del Barclays la gente habla pestes...
Por lo demás, todo va bien. El sábado fuimos a Oxford St. y luego cenamos en el peor chino no-buffet de ChinaTown (es que estaba lloviendo). Lo cierto es que, de momento, más allá de las pint of beer, tenemos poco ocio porque siempre hay algo que hacer...
Y en la casa también bien. Álex tuvo su simulacro de incendio la segunda noche, cuando a las dos de la mañana saltó la alarma, mientras dormíamos. Como yo estaba profundamente dormida, pegué un salto en la cama y me puse los zapatos, creyendo que aún estábamos en el hotel y abrí la puerta. En ese momento, me extrañó que el Holiday-Inn se hubiera convertido en un hostel y hubiera gente bajando por la escalera envuelta en una nube de humo, aunque no olía a quemado. Álex me preguntó que qué pasaba y le dije que se pusiera los zapatos y el abrigo, porque había un incendio -no nos fuéramos a constipar en la calle a esas horas-. Aunque finalmente, cuando reconocí a nuestros nuevos compañeros entre las personas que bajaban por la escalera y me cosqué de que su mayor preocupación era que el ruido infernal de la alarma se apagase, decidí ponerme las gafas y descubrí que mi supuesta nube de humo era una conjunción de dioptrías y legañas. Ahora ya sabemos que en casa, cuando a la alarma de incendios se le acaban las pilas, suena y no hay otra forma de pararlo que buscar el detector principal y sacárselas y volverlas a meter, para engañarlo.
Y ahora a cenar, que luego hay overbooking en el living!
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